Basilisco
- Rafael A. Goyoneche
- 15 ene 2019
- 3 Min. de lectura

El basilisco, cuyo nombre proviene del griego basilískos (reyezuelo), es una criatura mitológica que se decía habitaba en los desiertos de Libia. Aunque cuenta con distintas descripciones, tiene como elementos comunes sus rasgos reptiloides y su mirada capaz de matar de forma instantánea a quien se cruce con ella.
Existen, desde luego, más características que convierten al basilisco en una criatura popular y temida por partes iguales: Cuenta con un veneno letal, capaz de matar criaturas de gran tamaño en pocos minutos y de forma extremadamente dolora, su aliento fétido es capaz de convertir la roca en grava y marchitar la flora. Tanto que se dice que el motivo por el cual los basiliscos se encuentran en los desiertos se debe a que su aliento convierte el hábitat en el que aparezcan en uno. Y su condición de «Rey de las Serpientes» le daba cierta jerarquía sobre estas, no llegando a controlarlas, pero si siendo capaz de someter a las que se encuentren a su alrededor.
Respecto a su mirada letal, se decía que solo era mortal si se veía directamente, quedando petrificado si lo mirabas a través de un objeto traslucido o reflejado en alguna superficie. No obstante, si el basilisco se veía reflejado, moría. Motivo por el cual las leyendas y cuentos en los que se daba un enfrentamiento entre el héroe y el «Rey de las Serpientes», estos resultaban vencedores gracias al uso de algún objeto reflectante.

El basilisco, como criatura antigua que es, se le ha representado con distintas formas a lo largo de los siglos. La primera, popularizada por Plinio el Viejo, era la de una serpiente de aproximadamente 40 cm de longitud, cuya distinción de otras serpientes era una cresta blanca, la cual recordaba a una corona. De esta versión se decía que tenía por costumbre refugiarse en rincones oscuros de las casas para matar a todo el que mire hacia su escondite, y que las únicas formas de espantarlo eran los espejos. Sus únicas características eran el veneno, la mirada letal y la aparente capacidad de convertir el cobre en oro, esto último afirmado por el alquimista Theophilus Presbyter (1070-1125).
La siguiente versión apareció entre los siglos XII y XV, junto con una descripción detallada de su nacimiento. Esta nacía de un huevo puesto por un gallo e incubado por una serpiente, motivo por el cual su cuerpo estaba representado como una mezcla entre ambos animales. Dejó de hablarse del veneno y se profundizó en el poder de su mirada, la cual fue bautizada como «Mirada de la Amada» por los escritores de la Siglo de Oro, haciendo alegoría al pesar que uno siente cuando aquella a quien amas te mira con desdén. A pesar de no ser la descripción más reciente, la cantidad de detalles la hicieron la más aceptada.
Por último, tenemos al recientemente conocido como «Basilisco Saurio»: una criatura de varias patas y apariencia más reptiloide. Se popularizó a partir del siglo XVI y se convirtió en una amalgama de las formas anteriormente mencionadas. Contaba con el veneno letal y la Mirada de la Amada, pero también se decía que podía lanzar fuego por la boca, y que su aliento corroía las rocas y destruía la fauna a su alrededor. Se conservaron, además, sus debilidades y origen.

Pero la popularidad de esta criatura prevalece incluso en la época actual. Y como prueba tenemos las diferentes adaptaciones del basilisco en los ámbitos literarios y cinematográficos. En pleno siglo XX el basilisco es un nombre utilizado para definir a 3 criaturas distintas. Cada una con sus propias características, pero compartiendo, a su vez, las que hacen del basilisco uno de los seres más interesantes del imaginario medieval.
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